sábado, 31 de marzo de 2018

El programa de Hermida, el estreno del maestro en Antena 3

  

A finales de septiembre de 1991 Jesús Hermida comenzaba una nueva etapa profesional que le llevaba a ser uno de los pioneros de las privadas en nuestro país. En julio se despidió de TVE donde presentaba el Telediario 2 para enfrentarse a un nuevo reto, cubrir las tardes de los fines de semana en la todavía balbuceante Antena 3. Hermida fue uno de los fichajes definitivos para levantar la audiencia de la cadena y dotó de prestigio y credibilidad a un emisora que ya empezaba a despuntar tímidamente en franjas como las mañanas. 

Foto cedida por Atresmedia

Jesús Hermida volvía pues al gran magazine, al ómnibus, un programa de varias horas de duración, en directo y con la presencia de público en plató, orquesta y varios copresentadores que podían hacer de todo, desde entrevistar a alguien afectado por el conflicto en el Golfo Pérsico a hacer de rapsoda o bailar junto al cantante de moda. Aquello, una vez más, era un máster para los elegidos para la gloria, los seleccionados por el gran maestro para acompañarle (y también sufrirle). En aquella ocasión se rodeó de hombres en un principio, entre los que destacan Carlos García Hirschfield, Miguel Ortiz, Juan Carlos Cerezo y Domi del Postigo y poco a poco fueron ganando su puesto Belinda Washington (que según ella misma cuenta empezó llevando vasos de agua a los invitados) y Miriam Reyes. 


Muchos años antes que Ana Rosa, Hermida se dio cuenta de que el nombre de su espacio daba igual, al final todo el mundo lo conocería como "el programa de..." así que lo más práctico era dar el trabajo hecho al espectador, su nuevo espacio tendría precisamente ese nombre, sin más misterios. El estreno, el 28 de septiembre, vendría acompañado de mucha curiosidad y cierta expectación en los medios. Se anunciaba la presencia de más de 30 invitados de todos los ámbitos entre el sábado y el domingo: políticos como José María Aznar o Leopoldo Calvo Sotelo, actores como Adolfo Marsillach o Lina Morgan, cineastas como José Luis Garci, cantantes como Miguel Ríos o Ramoncín, periodistas como José María García o Javier González Ferrari y escritores como Nativel Preciado. Lo nunca visto para un programa de las tardes del fin de semana, una franja que en los últimos años se destinaba, fundamentalmente, a películas.  


Hermida no defraudó. Supo dotar de espectáculo a un show que comenzaba en una cadena todavía modesta. Su aprendizaje visual de la tele norteamericana durante su larga etapa en la corresponsalía de Nueva York para TVE y su práctica en las mañanas y tardes de finales de los 80 en la pública con "Por la mañana" y "A mi manera" fueron fundamentales para afrontar este nuevo reto. Cada sección parecía llegar de sorpresa y nunca se sabía qué iba a pasar después. 


Tras una entrevista íntima con Andrés Pajares se iba, sin solución de continuidad, a un mini-concierto de la orquesta Platería, a un concurso con la gente del plató, una tertulia de reconocidos intelectuales o una rueda de prensa de un político acosado por populares periodistas. Todo era posible en este macro-programa que hoy ha quedado oscurecido en el propio currículum de Don Jesús o en la historia de Antena 3, quizás porque en aquella época la penetración de la cadena en la audiencia era escasa y ni siquiera llegaba a todo el territorio nacional y también porque otros títulos como "Con Hermida y Compañía" harían olvidar lo anterior. Quizás sólo quede en la memoria del espectador la tensa entrevista con Latoya Jackson hablando de los supuestos abusos de su hermano Michael a menores y algunas imágenes de los inicios televisivos de los pupilos del genial comunicador en programas de aniversario. Para él, este era el comienzo de una fructífera etapa en la privada donde alcanzaría puestos directivos. A partir de abril del año siguiente abandonó poco a poco su propio programa y aparecería sólo los domingos y en la siguiente temporada estrenaría "La noche de Hermida" que posteriormente recibiría el nombre de "Con Hermida y Cía", posiblemente su formato más reconocido en Antena 3.





miércoles, 28 de marzo de 2018

El profesor Poopsnagle y el secreto de las salamandras de oro


El 18 de junio de 1987 a eso de las 18 h, después de la película de los sábados en "Primera Sesión" llegaba por primera vez a la Primera Cadena de TVE una serie que alcanzaría una enorme popularidad entre el público infantil y juvenil de la época y que ha generado un cierto culto en países como el nuestro o Reino Unido donde se demanda, desde hace años, una edición en DVD, "El profesor Poopsnagle y el secreto de las salamandras de oro". Emitida de forma muy inteligente una semana después del final de la reposición de "Valle Secreto" (estrenada en 1982), de la que era un spin off, se convirtió enseguida en una de las favoritas de la chavalada ochentera y durante los casi seis meses que duró en antena, su sintonía fue una de las más cantadas hasta el punto de que muchas madres avisaban a sus hijos de que ya comenzaba eso del "Bum bum chaka chaka bim bam bim". La trama se dividía en seis partes y cada una de ellas en cuatro capítulos hasta alcanzar los 24. La historia se iba complicando cada semana hasta puntos insospechados pero es que el punto de partida también se las traía: el susodicho Poopsnagle y su colega el doctor José Calandre García han descubierto que en tiempos remotos se usaba una poderosísima fuente de energía denominada "Megavapor". En pleno trabajo, el hombre desaparece y García, siguiente ciertas pistas, decide ir en su busca a Australia. Hete aquí que un Conde de apellido Sator, malvado como él solo, no quiere que esta energía se desarrolle porque eso supondría fuertes pérdidas económicas para él así que envía a un esbirro de nombre Muk para sabotear el viaje. García no es un científico discreto y elige como medio de transporte un globo de aire caliente así que a Muk, por muy tonto que sea, no le cuesta localizarlo y destruir el aerostático. Casualmente, García cae en las inmediaciones del campamento Valle Secreto y los jóvenes se proponen como reto propio ayudar al doctor a encontrar los seis minerales que componen el secreto del Megavapor al tiempo que rehabilitan un viejo autobús para usarlo como banco de pruebas para esa potente energía. 


El prolífico José María Caffarel era la cara visible del equipo español en esta coproducción entre Australia, Francia, Holanda y nuestro país encarnando al doctor García. Su rodaje comenzó en tierras australianas en 1985 y tardó casi un año en completarse puesto que por entonces para las series internacionales se utilizaba formato cine (en este caso 16 mm) lo que ralentizaba enormemente la grabación y el montaje pero también permitía una mayor calidad y la seguridad de que era compatible con todas las televisiones del mundo. De la caterva de niños prodigio que acompañaba a Caffarel varios siguen dedicándose a la interpretación en series australianas e incluso un par de ellos han tenido papeles episódicos en producciones norteamericanas de éxito. 
   Poopsnagle no fue un éxito sólo en España sino en todos aquellos países que participaron en la producción y en otros como Reino Unido donde se emitió en la poderosa ITV (la gran competidora privada de la BBC). Aquí se repuso en 1992 y en la temporada 1997/98 aunque no alcanzó la misma popularidad, entre otras cosas porque los tiempos habían cambiado mucho televisivamente y la audiencia infantil tenía otros gustos que poco tenían que ver con los de sus hermanos mayores, a Leticia Sabater me remito. No sé si una edición en DVD tendría éxito comercial pero seguro que sería muy bien recibida por buena parte de los lectores de este blog.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Aprendiendo inglés con Walter y Connie


No fue el primer curso de inglés ofrecido por TVE, ni siquiera fue el primero que nos venía empaquetado directamente desde una productora británica pero "Walter y Connie" fue el primero que tuvo éxito y del que hasta se llegó a editar un libro con su método didáctico. Emitido en 1963 en el espacio "Academia TV" tres tardes por semana a partir de las 18.30, este espacio estaba producido nada menos que por la BBC (como decían por entonces "la de Londres") con la colaboración (y vigilancia) del British Council. 


Walter y Connie era un joven matrimonio de típicos británicos, tan estereotipados que eran absolutamente irreales pero eso daba igual, no sólo enseñaban inglés con sus divertidas aventuras, además ayudaban a reforzar esa idea de la ironía y la flema de la bautizada por Matías Prats en una histórica retransmisión como la "pérfida Albión" (cuando Zarra metió un gol en portería inglesa en 1950). Gracias a estos sanos muchachuelos, Gran Bretaña (lo de Reino Unido vendría más tarde) era menos pérfida. 


Ann Lawson interpretaba a Connie y Brian McDermott a Walter en este divulgativo producido por la cadena pública británica el mismo año de su estreno en nuestro país, llegó a ser un éxito en aquel 1963 en 14 países europeos y americanos (pobres estos últimos, que aprenderían un inglés con un acento que sería incomprensible en muchos estados de sus vecinos del norte). Tal fue la popularidad que alcanzaron que incluso grabaron con cancioncillas de lo más estúpido con letras del estilo "Hello Connie, how are you? Hello Walter, how are you? I'm fine today and if I may I like to take you for a walk?". Ambos actores tenían ya experiencia en la tele y el cine y durante años serían rostros habituales en series tan famosas como "El Santo". Ella se retiró en los setenta pero Brian continuó trabajando hasta su fallecimiento en 2003. 
   Este cursillo de idiomas basado en pequeños sketches ruló por unos cincuenta países durante una década. Aquí tenéis un pequeño ejemplo: 


sábado, 17 de marzo de 2018

Adiós a Manuel Almendros


Ha vuelto a suceder, fallece un profesional que durante décadas fue importante para TVE y la cadena dedica apenas unos segundos para recordar su trayectoria. De forma totalmente desapercibida ha pasado la noticia del fallecimiento hace dos días de Manuel Almendros, periodista que desde mediados de los 60 hasta principios de los 90 presentó y dirigió informativos de todo tipo y que fue el primer conductor del veterano "Parlamento". 


Conquense del primer día de 1940, Almendros llegó a TVE donde estudió primero en su Escuela Oficial de RTV para ingresar ya de forma oficial en 1966. Previamente había adquirido una fuerte experiencia en la radio, siempre en RNE, primero en su tierra y ya después en Madrid donde se puso al frente de todo tipo de programas, informativos por supuesto, su gran especialidad, pero también musicales, reportajes, retransmisiones... "de todo menos de toros" diría en 1980. Su llegada a Prado del Rey le llevó directamente al Telediario donde primero trabajaría como redactor y locutor. 


Su altura (1,84), inusual para la época, y sus ojos azules no pasaron desapercibidos para el público de principios de los 70. Enseguida fue considerado uno de los nuevos tele-bombones tomando el relevo de Eduardo Sancho y José Luis Uribarri y rivalizando en esa misma época con Pedro Macía, que se convertiría en uno de sus compañeros más habituales en la redacción. 


Precisamente fue bajo sus órdenes como director cuando Manuel ascendió a editor y presentador de la última edición del Telediario en 1976-77, la época más brillante y valiente de los informativos de la Transición. Y fue en ese etapa cuando se produjo un incómodo momento para él y que quedaría para los anales del anecdotario televisivo. Aquella noche en que fue incapaz de pronunciar a la primera (o a la segunda o tercera) la palabra "nacionalizará" (referida a la peseta, por cierto, aunque a nadie le importe ya) y que un compañero decidió grabarlo en la temida cinta de pifias que rulaba por Prado, marcó su recuerdo. Desgraciadamente, cada vez que en un programa especial se quería recordar viejos fallos, ahí estaba el pobre Manuel intentando explicar que la moneda patria no se nacionalizaría. En la gala "Brindemos por los 40" a la que había sido invitado reprodujeron esos segundos con su consiguiente cabreo y abandono de la sala (tal y como me ha contado una testigo). Estaba harto de que toda su trayectoria se resumiera en eso. 


En 1980 estaba coordinando "Últimas noticias" cuando recibió el encargo de presentar y subdirigir "Parlamento". Dirigía Mauro Muñiz (en el centro de la foto) que también había sido el responsable de "Tribuna del Parlamento", el programa que informaba sobre las Cortes Constituyentes. En esta nueva etapa se explicaban las nuevas leyes salidas de las Cortes Generales en un período de extraordinaria actividad política. Durante un par de años Almendros puso cara y voz a ese apasionante momento de nuestra historia. Compaginó este espacio con la subdirección de informativos especiales y la presentación de "Circuito nocturno" en RNE.


La llegada a la dirección de la Casa de José María Calviño supuso la destitución de sus cargos y estuvo una etapa en barbecho en los largos pasillos de la cadena. En 1984 fue designado para retransmitir los Sorteos de la Lotería Nacional y ahí se mantuvo hasta que en 1990 le sucedió Marisa Abad. En esa temporada 89/90 le tocó cubrir la información sabatina a mediodía con un magazine a la americana titulado "Sábado revista" en el que le acompañaba María San Juan. Fue la última vez que le vimos en pantalla de forma periódica. 
   Desde luego, Manuel Almendros merece más que unos segundos de recuerdo y que se le homenajee por haber sido periodista en una época aguerrida de nuestra tele. 

miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Quién sabe dónde?, el gran éxito de Lobatón


Pocos programas han marcado tanto la carrera de un profesional como "¿Quién sabe dónde?" a Paco Lobatón. A pesar de que no fue su primer presentador y director, supo apreciar el potencial que tenía este espacio que Ernesto Sáenz de Buruaga conducía en la 2 en 1992 y que destacaba en audiencia en una cadena minoritaria. Fue Lobatón el que lo llevó a audiencias superiores a los 9 millones de espectadores en pleno despegue de las cadenas privadas y el que dotó de credibilidad a uno de los primeros reality-show de nuestra tele. Supo pasearse por el límite de lo macabro y lo sentimentaloide sin superarlo nunca, ni siquiera la dramática noche de Alcàsser de la que Nieves Herrero y su "De tú a tú" quedaron tocados. La diferencia fue que ella tuvo en directo a las familias y las entrevistas, lógicamente, se le fueron de las manos mientras que Lobatón decidió grabar previamente esas conversaciones y no emitirlas al completo para evitar la parte más emocional y, por lo tanto, íntima. 


No en vano este gaditano de Jerez de la Frontera venía de informativos y venía con una idea de la ética periodística grabada a fuego. Había formado parte de la revolución de los Telediarios emprendida en 1984 y de la que salieron triunfadores compañeros como Campo Vidal, Ángeles Caso o Concha García Campoy. Antes de eso, radio, mucha radio. Y después, debates políticos y sociales hasta que se volvió a su Andalucía para ser pionero de Canal Sur. Fue la primera cara, la que dio la bienvenida a la nueva emisora y dirigió sus informativos en sus primeras temporadas. En los 90 volvió a RNE donde estaba presentando el nocturno "24 horas" cuando TVE le reclamó para suceder a Buruaga al frente del programa sobre desaparecidos. 


En esta segunda etapa iniciada el 14 de octubre de 1992 a las 23.35 h, Lobatón se desprendió del encorsetamiento de los monográficos que había implantado su predecesor y se centró en la búsqueda. Se reforzó la interacción con la audiencia, dándole mucha más importancia, presentando ya en el primer programa al equipo de operadores de la centralita montada en el plató y con la que se conectaba continuamente. Poco a poco fue creciendo el número de profesionales de la redacción por las propias necesidades que requería el programa con su crecimiento inesperado. La audiencia aumentaba exponencialmente al número de peticiones de ayuda. Eso también obligó a reorganizar las tareas e incorporar un equipo multidisciplinar en el que se incluían abogados, psicólogos y trabajadores sociales. En la siguiente temporada se creó una lista de protegidos para los que no querían ser localizados y aunque todos recordamos las escenas de reencuentros en el estudio con la música in crescendo tenían la norma de respetar la intimidad de aquellos que preferían la reunión tras las cámaras. 
   No tardó en ascender al prime-time y convertirse en el programa más visto de todas las cadenas. Fue imitado en Antena 3 con "Se busca", primero presentado por José Antonio Gavira y después por Tico Medina. Tras seis años, su última temporada fue desinflándose en audiencia de forma preocupante. Quizás un hartazgo del público por el género que había invadido la televisión (con mayor o menor fortuna y más bien con poca deontología profesional) llevó a que no se renovara. 1998 fue su último año... o no. En 2007 dirigió y produjo "Los más buscados" en las mañanas de Antena 3 que era un remedo poco disimulado de su espacio de mayor éxito y en los últimos años regresó a TVE para presentar "la ventana Quién sabe dónde" también en las mañanas. Esta temporada, y de forma inesperada, ha regresado con todas las de la ley a la primera división dirigiendo y co-presentando "Desaparecidos" en la Uno. Y, por supuesto, no olvidemos su trabajo en la Fundación Europea de Desaparecidos. Lo dicho, no se puede negar que este trabajo marcó a Lobatón.


domingo, 4 de marzo de 2018

"La Olivetti, la espía y el loro", la intrahistoria de "Encuentros con las letras"


Este hombre de la fotografía es uno de los profesionales que más luchó por la divulgación de la cultura a través de la televisión en nuestro país. Durante los años de la Transición su programa fue la plataforma para muchos jóvenes escritores pero también el lugar donde los ya consagrados podían hablar de su obra en profundidad y con total libertad... siempre y cuando la censura lo permitiera. Su nombre es Carlos Vélez pero la gran mayoría lo ha olvidado y, desgraciadamente, no se estudia en las facultades de Periodismo. El programa era "Encuentros con las letras" y los que frisan los sesenta lo recordarán perfectamente, aunque no lo vieran. Desde 1977 a 1981 (aquí no contamos el primer año en que también se hablaba de arte bajo el título "Encuentros con las artes y las letras") fue el escenario perfecto para los literatos y los lectores y llegó a tener una audiencia media de dos millones de espectadores. 


Quizás encuentren cierto parecido entre Carlos y esta mujer. Es su hija Lea. La menos lectora en una casa donde los libros dominaban todos los rincones. Hace poco le explicó a su madre que era porque no encontraba textos protagonizados por mujeres con las que se pudiera identificar. Cuando su padre le preguntaba qué quería ser ella respondía que escritora porque sabía que era lo que él quería escuchar pero sentía que le estaba engañando. Durante años escribió cientos, miles de guiones para series televisivas pero no se sentía escritora. Ahora ya no puede negarlo. Sus "El jardín de la memoria" y "Nuestra casa en el árbol" han sido una pequeña revolución en el, por lo general, aburrido mundillo literario español y la han puesto en un lugar preeminente. Y ahora sorprende con "La Olivetti, la espía y el loro", un ensayo sobre el programa que dirigía y presentaba su padre en la Segunda Cadena de TVE durante más de seis años. Un ensayo que está contado con aires de novela y por eso, resulta una lectura apasionante, con intrigas, traiciones, disgutos... pero también ilusión, risas y mucha, mucha intimidad, la de una familia extremadamente interesante. 


- Es fascinante la forma en la que se gesta este libro, parece una historia novelesca pero es real, la aparición de unas viejas cintas olvidadas desencadena un montón de recuerdos pero también la necesidad de reivindicar a tu padre y su trabajo en TVE.

Bueno, la verdad es que es novelesca porque soy novelista. Uno puede contar las cosas de forma pedestre o novelesca y quizá yo tengo mucha culpa en eso. Por supuesto, las cintas magnetofónicas llenas de voces de la literatura aparecieron en unas cajas, tras estar olvidadas cuarenta años, como aparecen las cosas novelescas, pero creo que el toque mágico igual se lo he dado yo al saber identificar la cantidad de joyas que podían salir de ahí si me ponía con el libro. Lo que es cierto es que no esperaba encontrar las joyas tan enormes que encontré, ni tanta inspiración, ni tantos recovecos de mi memoria infantil, ni esa sensación de viajar en el tiempo que me dio la idea de la estructura tan documental del libro


- Nos descubres a un Carlos Vélez más allá de su imagen ante la cámara. Tu descripción es tan gradual, dándonos pequeñas pistas a lo largo de todo el texto, que se hace real, de repente se convierte en alguien de la familia. Si tuvieras que contarle a alguien que no ha leído el libro cómo era tu padre, ¿sería fácil resumirlo en unas palabras?

No, no sería fácil porque era un padre como miles de padres, que tenía un trabajo con el que cumplir, que quería a sus hijos, que tenía mucho sentido del humor y nunca parecía hablar en serio cuando se sentaba a la mesa con nosotros. Siempre estaba de broma. Ahora… si añades sus peculiaridades, su necesidad de vivir entre libros, su pasión por la literatura, su lealtad a los amigos, su necesidad de aportar algo útil y digno a la sociedad, te sale un hombre muy serio. La combinación de lo serio y lo bromista era su gran característica. He tratado de mostrarlo a través de mi amor por él porque no quería fingir una imparcialidad que me parecía imposible.

- "Encuentros con las letras" es uno de esos ejemplos de una tele libre, sin miedo a la divulgación, culta pero popular... y todo por el empeño de tu padre. En el libro nos cuentas los misiles que le lanzaban desde la propia cadena. Para él esto era más que un programa, ¿se lo tomaba como una misión, una oportunidad para potenciar la lectura?

Pues era una misión inconsciente y una obligación que él sentía. Mi padre era funcionario en excedencia cuando se vuelca con su pasión por los libros, pero mantenía su vocación de servicio público. Al principio de la televisión pública, existía el concepto de que precisamente por ser pública y estar financiada por los impuestos de los ciudadanos, la televisión debía ser un servicio que mejorase la sociedad, como lo es la universidad pública o la sanidad pública. Mucha gente tenía ese concepto a la hora de hacer cualquier programa, no sólo mi padre. Lo que ocurre es que igual mi padre era más cabezota y lo consiguió durante unos años. Por tanto, la cultura en TVE la entendía como algo que se le brindaba al ciudadano, no para entretenerlo, sino para ilustrarlo, motivarlo, contagiarlo de pasión por la lectura, en este caso.


- Al contrario que muchos de sus compañeros, a Vélez le gustaba rodearse de otra gente para hacer el programa mucho más completo. Su nómina de colaboradores fijos era impecable y además de ideologías distintas. ¿Cómo es posible ser director y presentador de un espacio y huir de su cuota de ego?

Bueno, él no tenía un gran ego, no. Creo que el ego puede ser un síntoma de inseguridad y él tenía muy claro quién era, lo que le gustaba, y que no necesitaba hacer más que lo que ya hacía. Si no salía más en pantalla es porque para bien un programa tan serio, tenía que estar a cien cosas y por eso se rodeó de muy buenos colaboradores, especialistas, los llamaban, en teatro o poesía o narrativa. Él participaba lo necesario para el bien de la obra, del programa, presentando las secciones o moderando las mesas redondas, porque es el director el que marca la pauta y el que lleva la batuta en un programa de hablar, de explicar. Así que él introducía los temas para que aquello tuviera estructura, pero ponerse de “presentador” no era necesario.

- Se nota que eres una escritora muy habituada a las series televisivas, logras crear suspense casi desde el principio con el cebo continuo de "la cena de los calamares". Sin desvelar nada ahora, sí que podemos decir que el programa tuvo su puntilla por una traición personal y totalmente inesperada.

Sí, he jugado al suspense porque todo libro debe de tener algo de eso, yo creo. Lo he hecho mostrando precisamente quien soy, que soy del cine y una bromista y que el suspense es un juego y también, que los escritores tenemos unas técnicas nada despreciables para que los lectores os quedéis sentados, leyendo. Con respecto a lo de la traición, alguien me ha preguntado si este libro es un ajuste de cuentas y he dicho ¡no, no! A ese amigo que cometió ese, llamémosle, error, no le tengo ningún rencor, no he querido ajustar cuentas y me dolería pensar que hago daño a alguien contando lo que cuento. Lo que ocurre es que ya, ese amigo de mi padre, que murió hace años, se había convertido para mí en un personaje literario. Un personaje, además, que se da en la historia de la literatura de forma cíclica y que es el “judas”, el que ama a su maestro, pero se equivoca llevado por la frustración, o la sensación de fracaso o la necesidad de triunfar o las famosas monedas de plata. Hay tanto drama ancestral en esa historia, que encima acaba bien, que igual que el hallazgo de las cintas, me pareció novelesca e imprescindible. Creo que es un ejemplo de cómo la realidad me obliga a forjar literatura, nada más.


- ¿Cómo afectó a tu padre no ya el cierre de su obra magna televisiva sino esa traición? Prácticamente desapareció de la vida pública, ¿a qué se dedicó después?

Mi padre acabó agotado. El estrés de sacar cada semana adelante un programa de esa magnitud, que estaba en boca de los intelectuales, de la prensa, de los políticos, que invadía la vida privada y familiar, era una cosa que no se puede comprender desde fuera. Yo una vez le pregunté a mi madre, que es la gran narradora de aquello, qué pasó cuando acabó Encuentros y ella sonrió y me respondió: “que dejó de sonar el teléfono”. Demoledor, ¿no?
Eso, que yo también viví, me enseñó que existe un mundo real, el de los amigos de verdad y un mundo de amistades imaginarias, que están llamándote y pidiéndote y queriéndote solo mientras tienes poder y páginas en prensa o minutos en televisión, y que cuando dejas de estar ahí para ser su puerta a la fama o al éxito, al día siguiente, te olvidan sin piedad. No sé bien qué sentiría mi padre, nunca lo hablé a las claras con él, pero era un hombre muy feliz, así es probable que sintiera que no merecía la pena embarcarse en otra cosa parecida. Volvió a ser funcionario, que lo había dejado en excedencia, y el resto de su vida fue jefe del servicio de publicaciones de un ministerio, haciendo lo que siempre hizo en la tele o donde fuera: servir a la sociedad.

- ¿Qué es lo que has descubierto de tu padre en esta "investigación" que ignorabas y te ha sorprendido?

Que era exactamente igual ante las cámaras que detrás de ellas.

- No sólo reivindicas a tu padre sino también a su eterna cómplice, tu madre.

Mi madre, como tantas mujeres de hombres “importantes” era su mayor colaboradora, llevaba un peso enrome de trabajo, le preparaba entrevistas, leía libros que a él no le daba tiempo a leer y se los resumía, hacía la documentación, llevaba el gabinete de prensa y las relaciones con los medios… y nadie lo sabía, solo nosotros en casa, porque trabajaba desde casa. A mi madre, y no a mi padre, le debo ser escritora, con su Olivetti y su repiqueteo constante y su capacidad de trabajo, porque yo a mi padre nunca lo vi trabajar, pero a mi madre sí, porque lo hacía desde la cocina mientras yo jugaba con mis muñecas metida entre sus piernas. Este libro lo he escrito para rescatar a esas personas normales, anónimas, sus valores, sus ilusiones durante la Transición y entender cómo llega cualquiera, sin grandes ambiciones, ni ideas de gloria o fama, a escoger la profesión de escritor.



"La Olivetti, la espía y el loro" ha sido editado por Sílex y es una lectura imprescindible para los aficionados a la literatura y para los que quieren saber cómo se gestó un programa cultural básico en la historia de la televisión y la lucha de su creador para mantenerlo en pantalla a pesar de los vaivenes de los directivos y el nulo interés de la propia Casa por aprovechar un espacio de libertad donde los más grandes se sentían cómodos, desde Cortázar a Borges pasando por todos aquellos que tenían algo que decir a finales de los setenta y principios de los ochenta. No olvidemos que gracias a este programa hoy el Archivo de TVE es mucho más rico y, ojo, este fue un empeño del propio Vélez que se negaba a reutilizar las cintas y borrar entrevistas que hoy son consultadas por expertos de medio mundo. Este libro nos cuenta todo eso... y mucho más.